Todos los elementos de la lengua están íntimamente vinculados al desarrollo cognitivo y emocional del individuo, así como a sus vivencias y sus experiencias en el entorno.

 

Cuando aprendemos las palabras, se activan los circuitos responsables de su forma fonológica al mismo tiempo que otras áreas encargadas de la información sensorial y motora procedente de nuestras experiencias con el objeto referenciado. Esta coactivación llevaría a la creación de redes léxicas que incorporan estos componentes sensomotores como parte del significado. En este sentido, podemos afirmar que no hay significado lingüístico que no esté tamizado por lo emocional. ¿Pero qué sucede en el caso de los hablantes bilingües? Conocer el papel de la emoción en las segundas lenguas resulta imprescindible para la mejora de los procesos de enseñanza y aprendizaje.

Más de la mitad de la población mundial usa dos o más lenguas en la vida cotidiana,  ya sea por educación, inmigración o entorno familiar. Las distintas lenguas pueden crear mundos diferentes para sus hablantes, quienes pueden llegar a sentir que ellos mismos cambian con el cambio de lengua. Estudios en psicolingüística y antropología lingüística demuestran que los bilingües biculturales pueden comportarse de forma distinta en cada una de sus lenguas e, igualmente, pueden ser percibidos de manera diferente por sus interlocutores dependiendo de la lengua que utilicen en un contexto particular. La emocionalidad de las lenguas constituye un factor crucial para el desarrollo individual y social de los hablantes, pues nos ayudan a aprender, a tomar decisiones y a entender a los demás.

 

 

Emoción y segundas lenguas

¿Son igual de emocionales las lenguas que hablamos? Estudios actuales revelan que no y que las segundas lenguas están desprovistas o disminuidas de la resonancia emocional inherente a la primera lengua. En esta misma línea, se ha comprobado que, en ocasiones, la segunda lengua proporciona a los hablantes más distancia emocional. Así lo vemos en diferentes estudios sobre procesamiento lingüístico que analizan el impacto de la emotividad en la memoria de palabras o en la atención, la evaluación subjetiva de las dimensiones afectivas de las palabras, las respuestas psicofisiológicas o electrofisiológicas a los estímulos lingüísticos emocionales y no emocionales. Esto puede tener implicaciones importantes para la eficacia comunicativa, la identidad sociolingüística y cultural y, en última instancia, la integración social. 

El interés por lo emocional constituye una línea de trabajo prometedora en los estudios lingüísticos, especialmente, en el ámbito de la adquisición de segundas lenguas. Las percepciones de los hablantes bilingües acerca de la mayor carga emocional de su primera lengua en relación a su segunda lengua ha hecho que se preste gran atención a las resonancias emocionales del lenguaje. Junto a ello, se investiga también el papel de la emoción en la construcción identitaria en la segunda lengua, en la conformación del “yo” que siente y comunica en otra lengua, así como su impacto en la capacidad de afrontamiento en el proceso de aprendizaje.

 

Nuestra identidad lingüística

Nuestra identidad nos hace únicos. Se trata de una construcción en la que el individuo se reconoce y que aúna emoción, cognición y representación. Pero la identidad, además, es la manera como los individuos entienden su relación con el mundo y, por ello, una forma de representación social que media entre el individuo y el mundo social al que pertenece, conectándolos. A través del lenguaje, las personas negocian una percepción de sí mismos en los diferentes contextos en los que se encuentra.

Desarrollar una nueva identidad lingüística en una segunda lengua, adquirir una voz propia que identifique al sujeto como hablante de esa lengua, es un proceso notablemente complejo. El sujeto se ve forzado a negociar su posición frente a los referentes culturales nuevos, y, con ello, a reconstruir discursivamente sus propios marcos de referencia sociocultural. Los enfoques para investigar la intersección entre las posiciones identitarias y el aprendizaje de idiomas son complejos y requieren abordajes multidisciplinares.

Fuente: LEIDE, lenguaje , emoción e identidad.

 

 


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