La ventaja de tener un idioma común salta a la vista, podríamos comunicarnos con sencillez y todo el mundo podría entenderse. Hoy en día podríamos decir que el inglés es, más que una lengua, una herramienta cultural que nos permite comunicarnos con la mayor parte de la población mundial. La hegemonía de Estados Unidos en el comercio y en la producción cultural ha provocado que su lengua, la auxiliar más extendida en la actualidad, sea utilizada diariamente por millones de personas, no solo en la calle sino también en las instituciones.

Sin embargo, a finales del siglo XIX, el panorama de la lengua era muy distinto: el francés dominaba la diplomacia, el inglés ganaba terreno en la economía, el alemán era imprescindible en la ciencia y la tecnología y el ruso ya adquiría una importancia creciente. Ante esta amalgama de idiomas y culturas, y la nula sofisticación de los sistemas de traducción, un médico polaco de origen judío hizo realidad los intentos seculares de tener un idioma universal que permitiese el entendimiento entre pueblos.

 

Con tan solo 19 años, Ludwig  Zamenhof publicó la obra que luego se convertiría en un manual de proto-esperanto: Lingwe Uniwersala (1878), que reunía una gramática, un diccionario y varias traducciones, y cuyo objetivo era fundar las bases de una interlengua que no sustituyese a las ya existentes, sino que sirviese como herramienta de intercambio. Y aunque el primer intento del joven no cuajó, eso no fue suficiente para hacerle cambiar de idea.

 

Zamenhof siguió trabajando en su proyecto durante muchos años, en los que también acumuló fracasos en el terreno de la medicina, hasta que en 1889 publicó finalmente una gramática más consolidada de esta lengua universal. Y el nombre de esta surgió de la firma que puso su autor en el libro: Dr. Esperanto (que significa «aquel que tiene esperanza»).

Alfred Fried, Henri La Fontaine, Pi i Margall o Julio Verne fueron algunos de los personajes que vincularon su obra al esperantismo, que vivió su máximo apogeo a principios del siglo XX, con mayor intensidad tras el Primer Congreso Internacional de Esperanto celebrado en Boulogne en 1905. Poco más tarde, en Barcelona ya podían contarse más de cincuenta formaciones de esperanto en la ciudad. Además, el esperanto ya no era solo un proyecto de idioma universal, sino una propuesta que aspiraba a resolver los conflictos del mundo a través de la comunicación.

 

SI EL ESPERANTO ERA UNA BUENA IDEA, ¿A QUÉ SE DEBE SU FRACASO?

Aunque para entonces podía parecer que el destino del esperanto era triunfar y llegar a todas las regiones del mundo, sus motivaciones idealistas y pacifistas no agradaban a muchos. Especialmente a aquellos que sostenían que una lengua no puede existir sin una cultura.

Tras la muerte de Zamenhof en 1917, el primer obstáculo del esperanto apareció en 1920, cuando se creó la Liga de Naciones (predecesora de la Organización de las Naciones Unidas). Los adeptos de la lengua universal, entre los cuales se encontraba el ingeniero español Leonardo Torres Quevedo, propusieron que el esperanto fuese el idioma de intercambio en la institución, pero Francia bloqueó la proposición alegando que ya existía un idioma internacional suficientemente consolidado en la diplomacia, el francés.

Con el inicio de la Segunda Guerra Mundial, el proyecto de Zamenhof se debilitó por completo: las intenciones pacifistas, el auge del antisemitismo y el hecho de que el esperanto fuese invento de un judío provocaron el rechazo de la Alemania nazi hacia la nueva lengua, que tuvo que mantenerse en la clandestinidad y frenar su evolución. El mismo Adolf Hitler condenó el idioma en su libro Mein Kampf (1925), como forma de alimentar la conspiración judía.

En el resto de Europa, el esperanto corrió la misma suerte: en España, el régimen de Francisco Franco lo trató con desconfianza, ya que muchos de sus miembros eran de ideología republicana. En un Portugal también sumido en una dictadura, se cerraron todos los centros donde se impartía la lengua. Y la justificación del rechazo hacia el esperanto era similar en estos países: se alegaba que el idioma contribuía a debilitar los valores esenciales del carácter nacional.

De este modo, poco a poco el esperanto fue perdiendo fuerza, sin olvidar aquellos días en los que había conseguido ganarse el respeto de las élites intelectuales del viejo continente. Ahora, esta lengua auxiliar planificada se ha rendido en la lucha activa de crear un mundo más pacífico y justo, y por lo contrario, su aprendizaje tiene como objetivo «perder el tiempo o aprovecharlo de otro modo con personas de países y culturas diferentes, evitando la discriminación lingüística», según se explica en la web de la Federación Española de Esperanto.

Más cerca de ser un pasatiempo que un idioma mayoritario, como el inglés, el chino o el español, el esperanto tiene todavía algunos aprendices y hablantes alrededor del mundo. Y tal vez el mayor hito en la historia de este intento de lengua universal haya sido el reconocimiento oficial por parte de Google, que lo incorporó en 2012 a su traductor.

Fuente: National Geographic.

 


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