Paseo cultural de aprendizaje y diversión. 

 

Este pasado día 14 de agosto aprovechando el buen tiempo y la más de buena predisposición de nuestros amigas, compañeros, alumnas y demás personas que a bien tuvieron acudir a nuestra llamada hicimos un paseo cultural al Madrid más castizo y festivo.  

 

Un paseo por Madrid en agosto es, como mínimo, un síntoma de locura, seamos claros, pero con la mano sobre el pecho y con voz de falsete hemos de decir que no estamos locos, que sabemos lo que queremos.

 

Salimos temprano y fuimos por la sombra como mandan los cánones. 

 

Éramos un pequeño ejército de casi 40 personas e íbamos ávidos de relacionarnos, conocernos y de aprender. Nos presentamos y empezó a fluir la comunicación, 30 nacionalidades de lo más diverso, Marruecos, Ghana, Ucrania, China, Venezuela, Cuba, Túnez, Canadá, pídeme una nacionalidad que seguro la tenemos 

 

 

Empezamos en la llamada plaza de Cascorro, pasamos por la calle del Oso, vimos las gu

irnaldas y los mantones, que son de Manila, Filipinas, engalanando las calles, oímos el inconfundible sonido del organillo tan típico de Madrid que se inventó en Inglaterra.

 

Olé ahí, vimos, que no catamos, la sempiterna limonada, fuimos a la Iglesia de San Cayetano y admiramos su retablo riquísimo en dorados, tanto es así que se acabó la pintura de ese color en toda España, o casi, porque es una leyenda y ustedes ya saben cómo son las leyendas… 

 

Intentamos ver la Corrala y el Museo de Artes y Tradiciones populares, pe

ro nos topamos con su puerta cerrada y a nosotros sin los útiles necesarios para descerrajar un portón de tamañas dimensiones, así que cual mirones indiscretos nos conformamos con mirar por el hueco de la cerradura.

 

Al ser de llave añeja es grande como rosetón gótico y deja pasar la luz, la vista y a poco que se esfuerce un cam

ello beduino, así de grande es, sin ápice de exageración, se lo juro a ustedes. 

 

Anduvimos, errantes que no erráticos como navegantes de sombra en sombra y cada vez más animados y confluimos en la Iglesia de la Paloma, preparada para recibir las flores que a bien los madrileños y no nos olvidemos de las madrileñas les ofrecen cada año.

 

Para festejar a la virgen de la Paloma antes de que los forzudos bomberos bajen su advocación para su desfile y para cómo no, disfrute del personal allí reunido pues además de ser una misión sacra es un ejercicio de fuerza e ingenio ya que pesa más de 100 kilos y mide 7 metros. 

La jornada se acabó, nos despedimos con alguna que otra lagrimita de puro sentimiento y nos emplazamos hasta la próxima salida que no será muy lejana en el tiempo ni el espacio. 

 

 

Todo un éxito, toda una alegría. Hacemos amigos y amigas, aprendemos español, cultura e integración y gratis.

¿Nos merecemos una medalla? Muchos dirían que sí, otros que si plaza o calle. Nosotros humildes solo deseamos que hayan disfrutado. 

 

 

 

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