La RAE tiene como misión principal velar por que los cambios que experimente la lengua española en su constante adaptación no quiebren…. y la Constitución nos dice que el castellano es la lengua española oficial del Estado y que todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla.

 

¿Español o castellano? En estos tiempos en los que todo se mira con lupa, se analiza en foros y se critica en twitter y en donde hay millones de especialistas en cualquier cuestión, es de vital importancia a cómo llamar a la lengua que hablan más de 500 millones de personas en todo el mundo. La Constitución española define el castellano como la lengua oficial del Estado (español) que todos tienen el derecho a usar y el deber de conocer. Las dos denominaciones empatan siete a siete en las constituciones o leyes de América Latina que lo especifican. La Fundéu considera preferible usar castellano al referirse al modo de expresión en España para diferenciarlo de otras como catalán, gallego o vasco, igualmente españolas; y español cuando hablamos de la comunidad hispanohablante. Y la RAE, máxima autoridad en la materia, vela por la lengua española. 

La solución a este dilema no es asunto fácil pues genera polémicas y roces según las sensibilidades. Decir español en comunidades donde esta lengua convive con la autonómica no tiene adeptos. Y decirlo en América Latina es interpretado por algunos como un tic colonialista cuando existe el castellano. 

 

Las opiniones son muy diversas y vamos a ver muchas y muy distintas.

Por una parte el castellano fue el término habitual hasta la dictadura de Primo de Rivera, cuando la RAE, que venía publicando una Gramática de la lengua castellana sin problema desde 1771, cambió a la etiqueta más nacionalista español, cosas de políticos.

Por otra parte el uso del término castellano puede implicar el reconocimiento tácito de la existencia de otras lenguas españolas y su uso resulta así más inclusivo y respetuoso con la diversidad.

También se alude a una motivación política detrás de los términos, ya que el régimen franquista extendió el lema “Si eres español, habla español”, y no “si eres español, habla castellano”.

En el plano histórico, el castellano como lengua es bastante anterior a la existencia de España como Estado o como concepto político.

 

En el ámbito internacional y académico

Otra de las opiniones insiste en lo apropiado de español en el ámbito internacional y académico, donde las universidades conforman los departamentos de Filología Española, no castellana. 

Más opiniones: el castellano se había quedado estrecho, había incorporado muchos elementos de diferentes sitios y era necesario cambiar el término. Castellano se había quedado pequeño para denominar un idioma que se había enriquecido con otras aportaciones y que desde otros países, tanto en Europa como en América Latina, ya se llamaba español.

En diversas áreas de España el término castellano se suele identificar con la lengua de Castilla, pero no necesariamente con la de Aragón o Andalucía, en zonas bilingües, por el contrario, se interpreta como una metonimia abusiva, ya que las suyas también son españolas. Además, en América, todo cambia: “En el Cono Sur se llama castellano y rechazan español porque les parece que esto es lo que se habla en España. En México, por el contrario, español es el nombre con el que se identifican y castellano evoca al reino de Castilla y a los conquistadores, por lo que no suscita simpatía.

 

El “castellano de América”

Por otra parte, en el último Congreso Internacional de la Lengua Española, celebrado en Córdoba se defendió “castellano de América” y se sugirió que el próximo congreso se llame “de la Lengua Hispanoamericana” en lugar de española. Entre los lingüistas es frecuente referirse al español o al castellano de América para destacar las peculiaridades fonéticas y léxicas que presenta ese español. Y la defensa de la diversidad de la lengua es uno de los objetivos centrales de la Asociación de Academias de la Lengua Española.

A veces se prefiere el término español porque el idioma no nació en Castilla, sino en una zona de convivencia de lenguas diversas de la península. Se trató de la evolución del latín en convivencia de gente que necesitaba entenderse con los vecinos, gente que camina entre el latín, el euskera, el astur, el gallego y el catalán. 

¿La solución? Pues estamos de acuerdo en que no estamos de acuerdo. Es seguro que debe prevalecer la tolerancia y que cada hablante elija la que prefiera. No tiene mucho sentido cambiar el nombre de la lengua. Además, los cambios lingüísticos no suceden por decreto. No existe ninguna institución ni grupo capaz de cambiar el nombre con el que los hablantes se refieren a una realidad. 

 

Fuente: el País. Berna González Harbour

 

 


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