Se ha observado que se dan respuestas distintas a cuestiones morales cuando se plantean en la lengua materna o en un segundo idioma.

 

 

¿Qué harías si un vagón sin frenos, con una persona dentro, va directamente hacia 5 personas?

El artículo empieza con una reflexión sobre el experimento clásico, ese en el que se pone a un voluntario en el brete de decidir qué hacer con un vagón que avanza descontrolado hacia cinco trabajadores que no pueden verlo. El voluntario observa la escena desde lo alto de un puente junto a otra persona. Si lo empuja a las vías, ese individuo morirá, pero detendrá el vagón y salvará cinco vidas.

Cuando se realiza con personas que hablan dos idiomas y responden en su lengua materna, el 20% decide que sacrificar a una persona es aceptable por salvar a cinco. Cuando responden en su segundo idioma, la cifra se eleva al 33%.

 

El efecto se explica porque, cuando se habla una lengua extranjera, se tiende a tomar decisiones menos emocionales y más utilitaristas.

Una reflexión interesante. Dependiendo si hablas dos idiomas o si usas un segundo idioma para solventar un dilema moral tu respuesta es diferente ante el mismo caso. Cada lenguaje activa distintas regiones neurales que pueden cambiar el modo en que nos relacionamos con lo que nos rodea.

También en el artículo se habla de Viorica Marian, una investigadora que nos recuerda que la realidad es una recreación producida por nuestro cerebro y que diferentes idiomas activan diferentes redes neurales. En su último estudio, publicado en la revista Science Advances, se muestra cómo tanto personas bilingües como monolingües agrupan y recuerdan las palabras que suenan igual, aunque su significado sea diferente.

Diferentes idiomas, diferentes maneras de aprender.

Las personas recordamos las palabras y las asociamos a otros que nos parecen similares, por ejemplo, los angloparlantes que no hablaban otro idioma cuando escuchaban la palabra candle (vela en inglés), además de esa palabra, le prestaban atención a una palabra similar como candy (dulces), aunque tenga un significado completamente diferente. En los bilingües que también hablaban castellano la cosa se complica, porque su interés se dirige también a las palabras de su otro idioma. Por ejemplo, en el caso de candle, además de a candy, su atención se dirigía a la palabra candado.

Estos resultados sugieren que “en los bilingües los dos idiomas siguen activos y esto influye también en la memoria, porque las personas que hablaban dos idiomas, cuando se les preguntaba por los objetos que había en la lista que les habíamos enseñado, los recordaban mejor que los monolingües”, señala Matías Fernández-Duque, primer autor del trabajo. Estos datos, plantea Fernández-Duque, apuntan a una mayor flexibilidad cognitiva en las personas que usan dos idiomas, algo que tiene efectos fisiológicos. “Hay estudios que han visto que la aparición de los efectos del alzhéimer en bilingües se retrasa hasta cinco años en comparación con individuos monolingües con condiciones similares”, ejemplifica.

Con este estudio se muestra, según los autores, “que la experiencia del idioma no solo influye en cómo la gente percibe su entorno, sino también lo que recuerdan a largo plazo”.

“Esto puede explicar en parte por qué el mismo suceso puede ser recordado de forma diferente por distintas personas”, añaden. Como plantean otros resultados del equipo de Marian, aprender un segundo idioma cambia nuestros cerebros, la forma de sentir y recordar, y hasta las decisiones que tomamos.

En el texto se reflexiona sobre la tecnología y su uso. Como podemos ver, las tecnologías de traducción simultánea probablemente reduzcan el interés por aprender otros idiomas. En un paso más hacia la homogeneización de la población global, los políglotas, ahora multitud, pueden empezar a ser una rareza. En todo el mundo, solo el 1% de las 6.000 lenguas registradas tienen más de medio millón de hablantes, y solo el 10% supera los 100.000. “Si pensamos que los idiomas afectan a cómo pensamos, que se pierda un idioma no solo es perder una forma de acceder a una cultura. También se pierde una forma de ver el mundo”, opina Fernández-Duque. “Creo que es importante que pensemos en cómo proteger estos idiomas en peligro de extinción”, concluye.

Más información:

https://cvc.cervantes.es/ensenanza/biblioteca_ele/diccio_ele/diccionario/metalenguaje.htm

Fuente: Elpais.com

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